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57 ¿cómo dos términos tan inversos pudieron llegar a estar relacionados? Allá cuando aún controlaban el parecer de la población, la iglesia junto a su respecti- va religión, prohibía cualquier tipo de ambición o gula. Parece que ese principio ha quedado más que sote- rrado y, teniendo en cuenta que aquellos países con más acercamiento al capitalismo (que son, a su vez, los más desarrollados) son los que menos cifras re- gistran de practicantes religiosos, podemos intuir que esto puede ser el factor necesario para que estas dos paralelas se corten. ¿Acaso nos convierte la corriente consumista en pe- cadores? Quienes digan que sí podrían pecar de hi- pocresía, pues ciñiéndonos al significado de lo que el término significa, el consumismo está presente en ca- sos tan cotidianos como, por ejemplo, el comer cuan- do no tienes real hambre, pues claro, se consume sin la verdadera necesidad. Actualmente la sociedad está sumergida en el consumir, sin importar el grado. Hay quienes miran mal a la gente que compra bolsos, zapatos, ropa cada 2 semanas a pesar de ya tener y otros quienes se sienten cierto recelo a quienes en un restaurante piden más comida de la que pueden comer, ¿pero no es esto, al fin y al cabo, lo mismo? Finalmente podríamos concluír que esto dio vida a este movimiento, pero qué es hacer fuego si no se tiene con qué mantenerlo, ¿no? La satisfacción al ob- tener bienes materiales es lo que fue en su momento obtener alimento para poder sobrevivir, y aquí es don- de no sería algo ilógico pensar que el que consume, es decir, el que más gasta, da la imagen del que más tiene. Anteriormente redacté un extenso artículo tratando un tema muy relacionado a este; la presión social. En él, comento que el humano, por naturaleza, busca juntarse en grupos para protegerse a sí mismo, lo que NUESTROS RELATOS A quién tenga normalizado el hábito de llenar su carrito en tiendas por Internet, le resultará indiferente que un consumidor de una específica marca de ropa gaste más de dos cifras en prendas que llevan su logo genera actualmente una necesidad de pertenecer a un determinado grupo de personas. Por malas cos- tumbres o erróneas ideas, hemos obtenido un afán de presumir de lo material, de nuestros bienes, para poder pertenecer a uno de estos. ¿Y quién tiene la culpa? El mercado dispara- do, la propagación de ideas en redes sociales o una prevalecente ambición que siempre ha convivido con la raza humana, y siempre lo hará, son buenos chi- vos expiatorios. Pero la verdad y como bien se dice, cada persona es un mundo y cada uno conoce mejor que nadie sus razones para gastar, gastar y absurda- mente gastar. Lo cierto es que el consumismo es un tema complejo y disperso, que cada uno lo acepta o lo tolera en su propio punto de vista. A fin de cuentas, somos humanos, individuos, con pensamiento y costumbres diferentes. En mi caso, nunca entendí la necesidad de gastar más de lo ne- cesario y lo rechazo completamente, mas otra per- sona podría ponerme etiquetas por ello, y viceversa, porque el consumismo, junto a otras normas o códi- gos sociales, hacen que podamos presumir de una gran diversidad en el pensamiento.
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