Cerebro y pantallas: palabra de pediatra

 

A principios de diciembre tuvo lugar la primera sesión de trabajo con familias dentro del Plan de Bienestar Digital. La charla, con el título Cerebro y pantallas: palabra de pediatra corrió a cargo de María Salmerón, responsable del Plan Digital Familiar de la Asociación Española de Pediatría.

 

La doctora María Salmerón aportó ideas y emociones de enorme valor, suponiendo para todos los padres y madres presentes un tiempo de necesaria reflexión, sin miedos y sin culpas pero con responsabilidad y compromiso. Compartimos con todas las familias del Colegio los principales puntos con los que debemos quedarnos:

 

 

  1. El uso cada vez más temprano, frecuente e intensivo de las pantallas en la infancia y la adolescencia constituye un serio PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA, con efectos sobre la salud, constatados por la evidencia científica y patentes también cada día en la consulta pediátrica.

 

  1. Un exceso de pantallas afecta de manera especial a la CALIDAD DE VIDA de niños y niñas. La exposición temprana a las pantallas puede tener consecuencias sobre el metabolismo del sueño, alterando los ritmos biológicos; da lugar a problemas visuales cada vez más frecuentes (miopía, estrabismo…); provoca retrasos del neurodesarrollo (en el desarrollo del lenguaje, el desarrollo psicomotor…); y mayores tasas de obesidad y de sobrepeso. La evidencia ha demostrado también su relación con el TDAH y los Trastornos del Espectro Autista, siendo especialmente necesaria una actitud más prudente en el uso de pantallas en esos casos.

 

  1. Las funciones ejecutivas (atención, memoria, procesamiento de información…) pueden verse mermadas también por un uso excesivo de pantallas, traduciéndose en un peor rendimiento a nivel cognitivo y de aprendizaje. La evidencia disponible sugiere que busquemos un uso más equilibrado de la tecnología también a este nivel.

 

  1. La adolescencia es un período vital y especialmente crítico, en la que el cerebro no ha completado aún su formación. El uso de las pantallas en la adolescencia tiene especial incidencia a nivel emocional y en el control de impulsos, por lo que una mala gestión de los dispositivos digitales suele asociarse a más conflictos familiares y más trastornos de conducta. Debemos ser los progenitores los que gestionemos adecuadamente ese uso, estableciendo normas y límites y una buena higiene digital desde la infancia.

 

  1. El uso de pantallas suele asociarse a mayores niveles de soledad para niños y niñas, carencias a nivel de vínculos emocionales y mayor vulnerabilidad en términos de salud mental, algo que “penaliza” especialmente durante la adolescencia. Reflexionar de manera crítica sobre el papel que los dispositivos digitales pueden estar ocupando en el día a día de nuestros hijos, constituye una magnífica oportunidad para darnos cuenta de lo necesario y rentable a todos los niveles que es dedicarles el tiempo y la atención que necesitan.

 

  1. Apostar por una buena higiene digital en el hogar pasa también por revisar lo que hacemos nosotros mismos, madres y padres, que debemos ser un buen ejemplo día a día. Que nuestros hijos vean que hacemos un mal uso de las pantallas (en las comidas, en el dormitorio, en el baño…) no solo supone un ejemplo nocivo a imitar (niñas y niños aprenden por modelado), sino que nos quita toda autoridad para intentar corregir sus conductas. El uso de las pantallas suele dañar también la comunicación, limitando seriamente los espacios de convivencia entre padres e hijos. Debemos limitar nuestro propio uso de las pantallas en el ámbito familiar, ya que podemos dar un mensaje peligroso a nuestros hijos, dándoles a entender que no nos interesa lo que nos dicen o que tenemos cosas más importantes en las que pensar. Este tipo de hábitos suele estar en la base de problemas emocionales y de desapego o incluso de trastornos de conducta.

 

  1. La llegada del móvil a la vida de un niño en España se produce por término medio a los 10-11 años. Retrasarla a los 13-14 años es capital. Está demostrado que la presión social es “soportable” y los problemas se reducen a la mitad. Debemos ponernos todas las familias de acuerdo.

 

  1. Desconexión digital consciente: un nuevo término sobre el que merece la pena reflexionar. Desconectarnos para volvernos a conectar con lo realmente importante. Más allá de las dificultades actuales que las familias tenemos de conciliación, el tiempo sin pantallas debe ser en sí mismo un objetivo a incluir en nuestra agenda diaria, una oportunidad para hacer cosas juntos, que nos ayude a construirnos como personas y como familia. Merece la pena.

 

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