Luís Ballester: «Se sabe ya que el consumo desde los 7 u 8 años de pornografía puede tener consecuencias a nivel neurológico, que se traducen en un incremento de la violencia, claramente acreditable»

Entrevista con Lluís Ballester Brage: Profesor de la Universitat de les Illes Balears. Doctor en Sociología y en Filosofía. Uno de los principales referentes internacionales en el estudio del impacto del consumo de pornografía en la infancia y la adolescencia. Autor de libros como “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales”, “Pornografía y educación afectivosexual” o el reciente “La industria pornográfica en Internet. Características y consecuencias” (de libre acceso).

P: ¿Qué está pasando con la tecnología? ¿cómo hemos llegado a este punto?

Se produjo un cambio en las llamadas tecnologías de cuarta generación entre 2008 y 2010, que abrió las posibilidades de la cultura de las pantallas y que generó una capacidad de atracción que no existía hasta el momento y de la que son presa especialmente los más jóvenes. Esa oportunidad de negocio ha dado carta de naturaleza a un ámbito de socialización que no existía, que es Internet, un ámbito de socialización tremendamente potente, por las horas de presencia ante las pantallas, por la capacidad de atracción y por la ingeniería social que hay detrás de todo ello. Ha dado lugar a un problema para el que no estábamos preparados y que no hemos sabido entender bien como sociedad.

No somos conscientes de que un chaval de 9 años pasa cada día más de 5 horas delante de una pantalla, que los padres le facilitamos y que incluso la propia escuela le facilita. Por ahí le llegan miles de personas que tú no conoces, que no sabes qué intención tienen. Afortunadamente en estos últimos 10 años ha habido mucha investigación, muchas investigadoras e investigadores que nos hemos puesto a mirar en serio qué estaba pasando y la verdad es que ahora el corpus de evidencia científica deja poco margen para dudas. Se sabe ya que el consumo desde los 7 u 8 años de pornografía puede tener consecuencias a nivel neurológico, que se traducen en un incremento de la violencia, claramente acreditable. Hasta la investigación neurológica más “hard” está constatando que se trata de un problema serio. Hay una oportunidad de negocio muy bien aprovechada. Hay gente que ha aprendido mucho en cómo generar atractivo, en captar la atención… y el público que debería haber puesto límites no tenía el pensamiento, ni la capacidad de saber dónde ponerlos, ni cómo. Todo esto conforma la tormenta perfecta a la que nos enfrentamos ahora.


P: ¿Estamos siendo excesivamente alarmistas?

Yo me rijo por un viejo principio de la Psicología y es que los riesgos no nos activan hasta que no nos amenazan personalmente o colectivamente, hasta que “no le vemos la patita del lobo”.  Ya Stuart Mill decía que la libertad de expresión tiene como límite el riesgo, no solo el daño, sino el riesgo de daño. Pues la evidencia científica nos está diciendo desde hace años que hay evidencia de riesgo y evidencia de daño, con buena trazabilidad, con investigaciones solventes y con metodologías rigurosas. Nos encontramos con el nivel de conciencia social que había en los años 70 respecto del tabaco. Ese escaso nivel de conciencia lo estamos teniendo con el consumo habitual de pornografía en Internet. La evidencia científica nos está diciendo cosas que no sabemos oír. Las evidencias son innegables.


P: ¿Qué es lo que está ocurriendo con la pornografía?

Sencillamente la pornografía ha colonizado el conjunto de los productos de Internet, desde la perspectiva del consumo, la invitación a la producción o de la captación de imágenes. Últimamente se está hablando de las Live Streaming Technologies y child sexual abuse porque a esas tecnologías les da igual que una niña tenga 10 años, 11 años. “Te hemos estado siguiendo en Instagram. Qué bien guapa. ¿Quieres colaborar con nosotros? Bailarás aquí, te verá mucha más gente, da OK y activa la Cámara” y ya la están grabando, invitándola a “tu quítate la camisa, vas a tener un éxito tremendo”.  Esa es una forma de explotación sexual, porque ahí hay beneficio, explotación sexual en la que no hay contacto ni presencialidad, a través estas nuevas plataformas, pero explotación sexual. Han colonizado Internet. Onlyfans es el ejemplo de la red social pornificada por excelencia.

En Telegram y en Whatsapp están circulando vídeos pornográficos, grupos pornográficos… chavales implicados en violencia sexual… noticias de violaciones grupales protagonizadas por chavales no imputables, menores de 14 años, muy duras. Imitan todo lo que ven en el porno y lo graban, lo graban. Es un modelo muy tóxico, lo suben a la Red y lo distribuyen. La desconexión de la empatía es tan intensa que ni siquiera son conscientes del daño que están produciendo; un daño muy duro emocional y físicamente.

Se está produciendo también una pornificación de los videojuegos, con la presencia cada vez mayor de mujeres, de imágenes de fondo, en todas partes. La industria sabe que tiene que diversificar y están llegando invitaciones por todas partes: en videojuegos, en redes sociales aparentemente muy normalizadas, para captar imágenes con tecnologías muy diversas…, es un hecho que se ha pornificado Internet.

Debería hacerse prevención en primer lugar en los canales de más fácil acceso.

Me parece un poco irresponsable que Google todavía, cuando se pone una palabra con cierto significado sexual, las 10 primeras páginas que muestra sean páginas de la industria pornográfica dura, sin ningún control sobre las edades de acceso.

Es irresponsable. Por ahí habría que empezar, limitando el acceso y limitado la producción. Se debe limitar que la industria pornográfica acepte todo y que pequeñas compañías vean una oportunidad de negocio captar imágenes y engañar a la gente. En la memoria de la Fiscalía del Estado de 2023 aparecen 832 condenas por distribuir pornografía con menores de edad. Cuatro años antes no llegaban a 300. Se ha más que duplicado ¿por qué?


P: ¿Qué riesgos destacarías del consumo de pornografía?

En primer lugar, el acceso se está dando a edades muy precoces. Hablamos de 7-8 años. En Baleares, en el País Vasco, los estudios lo están mostrando. En Portugal, la Universidad de Oporto sitúa en los 8 años las primeras experiencias de consumo. En USA, el estudio Adolescentes, tecnología y pornografía muestra un 15% con menos de 10 años. Este consumo está apareciendo antes de la pubertad, a un nivel apreciable. Pensemos además que si antes, cuando veíamos una película con un contenido fuerte, teníamos un adulto al lado que nos decía “tápate los ojos”, en este momento lo están viendo solos, no lo hablan con un adulto, con padres, madres o educadores/as. Por tanto, no hay discurso para poder elaborar lo que están viendo… y se lo muestran a sus amigos y a sus amigas.

En segundo lugar, es un consumo que se aprovecha de que los humanos somos “adictos a la dopamina” y a edades muy reducidas, ese consumo tiene impactos incrementados. Hay una distorsión en la percepción. La construcción del imaginario sexual se ve claramente distorsionada por los contenidos pornográficos. No hay más que ver el lenguaje con el que se habla de las mujeres… que se normaliza, que no tiene equivalente con el que se habla de los hombres. Todo eso produce una distorsión enorme. Otro ejemplo es la casi nula presencia de preservativos en el porno. La percepción que les está generando está muy distorsionado y sin que ni siquiera se den cuenta. Como decía Piaget: “Los niños no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan”.

Otro ejemplo es que el deseo masculino nunca se frustra. Lo que hace el protagonista, que casi siempre es hombre, es dominar, marcar, parte de una posición de dominio y de superioridad mayoritariamente. Por tanto, genera una percepción de centralidad del deseo masculino, a menudo acompañada de diferentes formas de violencia (asfixia, escupir a la pareja, sexo en grupo, etc.) Todo eso va generando un cambio de las actitudes. La pornografía es una máquina de modificación de conducta. ¿Cómo empieza una relación? En realidad, no se sabe. Hay un componente esencial de la sexualidad de palabras, comunicación, seducción… de encuentro entre personas, de construcción de la intimidad. Todo eso en el porno no existe. Estos cambios en la conducta se han acreditado por las sociedades científicas, por ejemplo, en el incremento de enfermedades de transmisión sexual en estos grupos de edad, tal y como advierten la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia o la Asociación Española de Pediatría. Todo esto tiene un punto de inflexión entre 2008 y 2019, un momento en el que las tecnologías de cuarta generación permiten que se distribuya máximamente la pornografía. No es casualidad.

Otra cuestión preocupante es la introducción sutil de la violencia en nuestra vida sexual.
Se desconecta la empatía y se produce una incapacidad para poder identificar muchas situaciones como violencia, pasando a considerarla como parte de los ritos de la vida sexual. Se está documentando también en la investigación cómo se está provocando una incomodidad cada vez mayor con el propio cuerpo. Sabemos muy bien que un chico o una chica que no tenga una autoestima corporal consolidada, con quien se va a comparar ahora no es con los chavales en la playa, sino que es con el porno porque es el medio en el que se ven genitales en primer plano. Y entonces al compararse, creen que necesitan otras cosas: pastillas, cirugía, todo vale.

Por último, cabe añadir que el porno es una industria que tiene que renovar imágenes constantemente, y está invitando constantemente a que se produzcan, que se envíen, que se participe, como si fuera porno recreativo con las compañeras de clase o con amigas.

P: ¿Hay alguna relación entre la pornografía y las manadas?

Aunque no se puede probar del todo, ya que ningún comité de ética se atreve a aprobar investigaciones en las cuales se pueda estudiar más a fondo, estamos empezando a hacer estudio a través de Instituciones Penitenciarias, que permiten hacer una trazabilidad relativamente buena.

En el patrón de las manadas hay 5 elementos característicos:

1) se habla y se planifica previamente.

2) se realizan prácticas que se han aprendido en el porno, es todo el repertorio de las prácticas del porno.

3) se está filmando.

4) se distribuye en Internet, y

5) se genera conversación en la Red.

El patrón del porno es tan mimético que en cierta manera hay una emulación, un intento de paso al acto en los chavales. Una parte al menos importante de las manadas claramente está vinculada a un aprendizaje que se ha hecho en el porno.

P: ¿En dónde termina TikTok o Instagram y dónde empieza la producción de contenidos sexualizados o próximos a la pornografía?

Hay un continuum desde la hipersexualización hasta lo que se muestra en prácticas diversas en la pornografía. Si no hubiera esa hipersexualización, probablemente ese salto a producir imágenes pornográficas no se daría tan fácilmente. Ese contexto social de autorizar y valorar la sexualización de niñas/os, forma parte de ese cambio que se está produciendo, porque en cierta manera facilita un cambio cultural muy importante. Parte de los debates sobre la libertad de expresión tienen que ver con que algunos pensamos que cualquier producto cultural tiene un efecto performativo, construye realidad, porque influye en las personas. Otros dicen que no, que los humanos tenemos mucha capacidad para poner límites y para que no nos influya un producto cultural tan masivo. Ahí hay debate, pero en cualquier caso, que se ha producido un cambio cultural es clarísimo ahora. Estamos viendo publicidad en Internet de niñas de 11 años con ligueros, tacones y tangas. Estamos viendo padres y madres en algunos casos de manera claramente negligente. Creo que aquí se les debería amonestar, ya que están poniendo en riesgo a sus hijas o a sus hijos.
Ahí hay una pérdida de comprensión de los límites y del daño que hacen porque creen que un niño o una niña es un adulto en miniatura. Creen que le están dando más oportunidades y realmente no es así. Eso ya hace mucho que sabemos que no tiene ningún sentido.
Un niño, una niña, es alguien en formación que no tiene ni sus estructuras cerebrales desarrolladas y le haces un daño realmente muy importante, pero culturalmente hay una continuidad. ¿Dónde está el límite? Bueno, el límite está en la representación de esa actividad sexual humana, con un contenido claramente violento y que no tiene que ver con los modelos de buena auto comprensión del cuerpo, de las relaciones con las otras personas, de la empatía… Si entras ahí les estás haciendo un daño enorme, porque alteras sus actitudes más básicas.

P: ¿Es posible poner en marcha políticas de igualdad eficaces si no nos ocupamos de todo esto?

Claramente no, se necesita una política integral. Hablamos a menudo de las llamadas 5 P: (1) Prevención; (2) Protección, porque hay gente ya dañada. Hay una generación que, porque hemos sido ignorantes o irresponsables, está dañada y todavía no tenemos los recursos adecuados para poderles hacer un acompañamiento o un apoyo suficiente; (3) Participación, investigación participativa, colaboración por parte de todos; (4) Persecución del delito, porque aquí hay delito y a veces se ignora, hay millones de euros implicados; y (5) Promoción de la igualdad, de las relaciones igualitarias, en libertad, con una sexualidad saludable y respetuosa. Todo pasa por una comprensión integral de este conjunto de fenómenos que la cultura de las pantallas ha agudizado. No es que no existiera, pero ha aumentado muchísimo la capacidad de producir daño.

P: ¿Solucionaría algo modificar la Ley del Menor para bajar la imputabilidad a antes de los 14 años?

Claramente no. No podemos hacer responsables a los menores de algo de lo que somos los adultos los principales responsables, porque no hemos puesto límites, porque no hemos puesto los dispositivos educativos para poder compensar bien lo que llegaba por Internet. Yo creo que no. Tenemos que intensificar la actividad educativa, no solo en el sistema educativo, sino en el conjunto de la sociedad. Tenemos un reto generacional por delante, para recuperar parte de lo que hemos perdido en este periodo irresponsable.

P: ¿Qué papel juega el género y la orientación sexual en todo ésto?

Hemos hecho un artículo sobre consumo problemático de pornografía, y el patrón es diferencial. Hay una evidencia muy sólida. Se están introduciendo prácticas de riesgo amplificado que son propias de edades mucho más avanzadas. En este momento se está invitando a empezar con prácticas duras a chicos y chicas que están empezando a descubrir su propia sexualidad y de una forma muy distorsionada.

P: ¿Hasta qué punto crees que es un problema más grave de lo que se podría pensar?

El hecho de que las nuevas generaciones se estén iniciando en las relaciones sexuales explícitas antes que generaciones anteriores y los modelos de referencia no los esté aportando la familia, ni el centro educativo, ni siquiera los pares, sino un ente muy difuso y dudoso como es Internet, las redes sociales y el porno, es un en sí un problema. Además, se está produciendo que las chicas, ya a los 13-14 años, o incluso antes, entienden como deseable y esperable para sus primeras relaciones unos patrones donde claramente están siendo “vejadas”, por así decirlo.

Las investigaciones en universidades de Estados Unidos mostraron cómo el consumo de pornografía aumentaba claramente la victimización y el otro factor clave era el consumo de alcohol. En este momento debe incorporarse como uno de los dos factores de riesgo el  consumo regular de pornografía por parte de las chicas, porque prácticas que no les producían placer y que no deseaban, deben aceptarlas como parte del ritual sexual, sencillamente porque las consumen habitualmente en las imágenes del porno. Está afectando de una manera muy clara. El porno es un problema. Hace que gente buena, que en principio no quiere hacer daño, termine haciéndolo, porque no lee las emociones de la otra persona y no conoce los límites. No es consciente de que esté implicado en una violación y no entiende por qué le están denunciando.

¿Dónde se forma un buen amante? ¿en el porno que nos hace que no leamos las emociones de las otras personas o explorando con personas que para nosotros son significativas emocionalmente? La buena lectura de las emociones es la que nos construye como buenos amantes. El porno nos convierte en amantes pésimos, porque alguien que no lee las emociones no puede ser un buen amante, simplemente va a lo suyo. La otra persona pasa a ser un producto de consumo. Cuando se les explica a los chavales lo entienden muy bien y lo reconocen.

P: ¿Dónde hay menos conciencia del problema, en las familias, en los políticos o en la propia industria?

En todos. En los estudios vemos que muchas madres y padres niegan que el problema tenga que ver con sus hijos, con ellas y ellos mismos. Y un riesgo no nos activa hasta que no lo percibimos como una amenaza personal. Si tú no quieres reconocer esta parte, piensas que “en el colegio deberían hacer…”, siempre es alguien que debería hacer algo, pero nunca tú mismo. Padres y madres tienen la responsabilidad de ser un poco más conscientes y de empezar a hacer preguntas, a hablar con sus hijas/os, con una comunicación de calidad, que es hacer preguntas y estar dispuestos a escuchar sus respuestas, sean las que sean. Eso es fundamental, y hablar claro.

En cuanto a los responsables políticos, muchos creen que es el debate de los años 70, con las revistas pornográficas. No tiene nada que ver con aquel momento de la historia. Los niveles de consumo no tienen nada que ver, ni la edad de acceso, ni el consumo masivo, ni los contenidos. Cuando muestras las páginas centrales de Playboy a chavales de 14 años se ríen, porque han visto sexo muchísimo más duro que el que aparecía en las revistas más duras de los años 70 u 80. Y la industria también claramente. Se ha sido muy inocente con la industria. Prácticamente el 90% de los anuncios en el porno son de prostitución.
La prostitución en todo el mundo está cambiando, se está invitando a gente muy joven. Está sofisticándose el canal de captación y de la invitación a la naturalización, hay un paso. Todo se está haciendo desde uno de los sustentos económico-financieros de esta era, como es la industria tecnológica. Habría que tenerlo claro, porque además eso se hace sin límite de edad. Yo no me meto con los adultos, pero un chaval de 14 años ¿tiene que estar bombardeado por este tipo de contenidos?  Es realmente flipante cómo captan la inocencia de los chavales. Todos somos responsables, incluso los profesionales de la Educación, de la Psicología, de la Salud Mental, de los Servicios Sociales, Culturales… No estamos siendo conscientes de lo que está pasando y de la trascendencia que tiene. Lo sabemos, las evidencias son claras, solo gente muy ideologizada no quiere entender los datos.

P: ¿A nivel tecnológico se podría hacer más?

Sí. Hay dos o tres cosas que se podrían hacer al menos. La primera, implementar verificadores de edad eficaces. Con la tecnología que en este momento tenemos, se podría hacer. La segunda, controles parentales muy fáciles de instalar, o incluso ya preinstalados en los móviles, como recomienda la Unión Europea. Y que la responsabilidad que la Ley General de Comunicación Audiovisual atribuyó a los consejos audiovisuales autonómicos -que son órganos consultivos- al menos fuera compartida con algún órgano con capacidad ejecutiva, porque eso es muy importante. El tipo de contenidos que nos llega por las pantallas tiene que ser responsabilidad de alguien y debe ser controlado. La administración debe responsabilizarse.

P. ¿Y a nivel jurídico?

Claramente. Deberían hacerse responsables a los ejecutivos de las compañías, al menos de las compañías que no acepten dos cosas: (a) Que no se puedan distribuir contenidos con menores de edad -eso es un delito ya en el Código Penal, pero no se está persiguiendo a los ejecutivos; (b) que no se puedan distribuir contenidos violentos. La distribución de vídeos violentos y de prácticas extremadamente violentas van contra la protección de la infancia, contra las leyes de igualdad y contra las leyes en general. Un videojuego PEGI 18 que tiene violencia explícita, no puede estar bajo la etiqueta de industria cultural.


P: ¿Qué cambios podríamos pedirle al sistema educativo?

El espacio que se le da a la educación integral de la sexualidad o a la educación de los afectos, las relaciones, las emociones, la sexualidad debe ser mucho más amplio, mucho más consistente, como dice la UNESCO. Pero, ojo, en primer lugar, debe basarse en el conocimiento científico y debidamente protocolizado, debe explicarse el por qué, su metodología y sus objetivos…. Y se le tiene que explicar a padres y madres, es decir, “mira, esto es por esto”. En segundo lugar, debe llevarse a cabo por profesionales formados con acreditación de su formación y con la continuidad necesaria, que no sean pequeñas charlas ocasionales, sino, no vale para nada. También es importante que haya un organismo estatal que acredite que los programas de educación afectivo sexual están bien calibrados, con rigor y adaptados a cada franja de edad. Y, por último, es fundamental que se evalúe lo que se hace, que haya evaluación periódica y bien hecha, porque hemos visto incluso que algunos programas de educación sexual han producido efectos contra-preventivos.

Luego, otra cuestión importante es que organizas una charla para las familias y vienen 10. En cualquier caso, unas familias influyen en otras, luego vendrán 20, después 30… Habrá que picar piedra, pero hay que hacerlo, hay que conseguirlo. Curiosamente lo conseguimos mejor en Educación Infantil y en Primaria, porque los padres tienen más conciencia de su responsabilidad. En Secundaria es mucho más difícil, pero es cuando más se necesita. Hay que transmitirles que les vamos a dar una formación, para que puedan formar un criterio, para ayudarles a comprender las emociones, las relaciones y la sexualidad en estas nuevas generaciones. Van a venir más madres que padres, también lo sabemos. Pero hay que empezar de una vez por todas y hay que hacerlo bien.

ENTREVISTA con… Javier Pérez Aznar

Entrevista con Javier Pérez Aznar: Psicólogo, experto en prevención del acoso escolar y coordinador del Programa TEI (Tutorías Entre Iguales).   Según la UNESCO 1 de cada 3 chavales en

TALLER PARA LAS FAMILIAS 3

Hablemos de sexo, consumo de pornografía y educación afectivo-sexual
Prof. Dr. Lluís Ballester Brage (Universidad de las Islas Baleares)